La última apertura de una tienda en Cuba con precios que ofenden al pueblo trabajador, que a duras penas sobrevive dignamente con su salario, ha tenido lugar en la oriental ciudad de Santiago.
Los altos precios claman al cielo en el joven establecimiento, donde una Barbie se comercializa a 30.95 CUC (773.75 CUP), unos bebés a 65.95 CUC (1648.75 CUP) o un avión a 92.95 CUC (2323.75 CUP). Los robots que se transforman en vehículos se venden a 45.95 CUC (1148.75) y 54.95 CUC (1373.75 CUP) y un juego de cocina cuesta 54.95 CUC (1373.95 CUP).

Vender una guitarra a 31.95 CUC (798.75 CUP), una especie de panel que simula los controles de un carro a 54.95 CUC (1373.95 CUP), un juego de carro, helicóptero y motor a 43.95 CUC (1098.75 CUP) hace que muchos se pregunten para quiénes ha sido concebida esta tienda, o qué clase de igualdad esgrimen en la isla cuando artículos tan sensibles como los juguetes se convierten en los mejores ejemplos de las desiguales oportunidades de las cubanas y el poco poder adquisitivo y casi nulas opciones de quienes solo perciben un salario estatal.


Pero tal regalo “para el pueblo” no ha sido el único. También en la suroriental urbe cubana se abrió recientemente la tienda La Gran Piedra, cuyos escandalosos precios decepcionaron al pueblo que pensó disfrutar de su primera tienda por departamentos, y al final no fue más que un muestrario de lo que un cubano no puede comprar.
Ahora, con Mundo Infantil, vuelve a suceder lo mismo, pero esta vez afecta a un grupo etario mucho más sensible, como son los niños, pues nada dignifica más a un padre que poder comprar un juguete a los pequeños de la casa.
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