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sábado, 13 de octubre de 2018

Paladar habanera ofrece comida gratis a los ancianos

Adela Angelbello es una avileña dueña de una paladar que El Toque denominó como `el primer restaurante solidario en el sector privado´.
En su negocio, ubicado en la calle L, entre 17 y 19, en el Vedado habanero, “almuerzan y comen vecinos y trabajadores del área por un precio que, comparados con otros, oscila entre medio y bajo. Lo más caro cuesta 60 pesos CUP e incluye arroz, potaje y carne de carnero (cordero)”, dijo la revista cubana. Aquí vienen muchas personas de la tercera edad, solas, enfermas, y sin recursos. Lo noto por la ropa y los zapatos remendados, entre otras señales, y por eso les doy comida gratis; se hacen clientes míos”, dijo la isleña.
“Hace unos días se me murió una señora de las que yo ayudo”, dice con pesar. Aún guarda en su móvil los últimos mensajes de texto que intercambiaron. Puede leerse, además de mucho afecto, algo sobre la rotura de un refrigerador. Adela especifica que no solo ayuda a sus «viejitos» con comida, sino también cuando necesitan arreglar algún equipo electrodoméstico”, agregó el portal.
“Hay cuentapropistas que solo se preocupan por hacer dinero pero hay que tener bondad. Quiero servir a las personas. Mírame, soy la dueña del negocio y yo misma cocino”, añadió.
Según El Toque, “esta filosofía Adela la aplica desde hace años. Cuando vivía en Ciego de Ávila tenía un servicio de comida a domicilio e igualmente les llevaba una porción a algunos ancianos sin cobrarles un centavo”.
“No sabes cuántas personas vienen y me dicen: Adela, cómo tú vas a regalar la comida, tú estás perdiendo; este es tu negocio. Hasta Pepín me lo ha dicho y a veces me pide que le cobre”, dice esta mujer.
“Ella me trae guiso hasta la casa, y no solo a mí, también a otros. Antes iba yo pero ahora, como ella viene, ya no tengo que caminar y la espero aquí”, comenta Pepín, “quien conoció a Adela gracias a su esposa, Esperanza. Ambos aseguran que nunca les ha gustado comer en la calle. Siempre han sido ellos solos y cocinan en casa para los dos. Sin embargo rompieron la rutina al conocer a esta mujer que les trae caldo gratis”.
“Hacen falta muchas Adelas aquí en el Vedado, que es un barrio muy envejecido, aquí hay muchos ancianos”, indicó Esperanza, de 82 años.
“Yo aplaudo las acciones de Adela y sus dos hermanas, quienes además mantienen un negocio de calidad; se han mudado dos veces y continúan con su clientela; la gente las sigue a donde se muden”, volvió Pepín.
Asimismo, el medio indica que “por el alquiler del nuevo espacio, Adela paga 2500 pesos al mes y lo tiene reservado por un año. Quiere ampliarse porque, con la clientela, siente que le “queda chiquito”. Aunque, aclara, no es por pretensión, sino para tener más comodidad”.
Sin dudas, una idea que vale la pena reconocer y replicar.

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