El principal obstáculo sigue siendo el obsoleto y fallido principio de “planificación general de la economía”, nuevo eufemismo de “economía centralizada”
LA HABANA, Cuba. – Una nota recientemente publicada por la prensa cubana, vuelve sobre el repetido y hasta ahora no resuelto tema de la unificación monetaria, a través de una entrevista realizada por su autora a varios especialistas del Banco Central de Cuba.
Dichos funcionarios coincidieron en la importancia de la unificación monetaria y cambiaria como una “condición necesaria, aunque no suficiente, para reordenar y actualizar la economía nacional” y ofrecieron su visión sobre los orígenes de la dualidad monetaria y sus antecedentes históricos, con una explicación acerca de cuál sería el entorno económico ideal del país para que (finalmente) el dinero cumpla sus funciones.
Cabría esperar que estos altos burócratas de las arcas nacionales, protagonistas de la nota de referencia, nos hubieran ofrecido algún avance sobre las estrategias de soluciones que —supuestamente— se están aplicando para cortar el nudo gordiano de la dualidad monetaria y cambiaria. O, como mínimo, debieron aclarar en qué punto estamos en los pasos y etapas que supuestamente se planearon en los “Lineamientos” se estarían dando para hacer posible (si es que lo fuera) la tan esperada unificación.
Se hubiera agradecido un poco de luz en medio de una realidad tan confusa y oscura que las monedas —lejos de unificarse— se siguen diversificando. La reciente irrupción de las divisas extranjeras en el sistema de comercio nacional multiplica las distorsiones, profundizando la devaluación de las monedas cubanas, robusteciendo el mercado negro cambiario y reforzando las ya grandes brechas sociales existentes entre los sectores más empobrecidos y sin acceso a las divisas, y los “privilegiados” que cuentan con alguna fuente de ingresos en moneda extranjera.
Es decir, que al día de hoy lo más lesivo a nivel social, más allá de la cosa financiera, no es ya el viejo problema de la existencia de dos monedas, sino la coexistencia de dos tipos de monedas: por un lado, las nativas (CUP y CUC), con presencia física en el deprimido comercio nacional, sin valor real y sin respaldo financiero, un triste remedo de las antiguas fichas de central azucarero de herencia colonial; y por otro, las divisas extranjeras, con valor real pero con presencia solo virtual (dolarización solapada), y privilegiadas dentro del propio sistema de comercio nacional (apartheid comercial) con la habilitación de mercados destinados exclusivamente a quienes tienen acceso a ellas a través de tarjetas magnéticas ancladas a cuentas bancarias en moneda libremente convertible.
Obviamente, aunque es inobjetable la urgencia de captar divisas, lo cual —según declaran los expertos vernáculos— teóricamente debería contribuir a acelerar la unificación monetaria, en la práctica éste sería un proceso extremadamente largo debido a la crisis económica interna agravada por la severa crisis económica global actual relacionada con la pandemia de la COVID-19.
Pese a todo esto, y a propósito de la soñada unificación monetaria, Karina Cruz Simón, especialista de la Dirección de Estudios Económicos expuso premisas que a la luz de la situación actual constituyen puras quimeras. La “clave”, plantea la experta, es estabilizar la moneda nacional, lo cual se logra, entre otros factores, “garantizando que los procesos de emisión de dinero se correspondan con la evolución de la economía real o productiva”.
Lograr ese “escenario favorable para que el peso cubano pueda cumplir con sus funciones y se logren preservar los equilibrios macroeconómicos” no depende solo (ni mágicamente) de los factores que mencionó Cruz Simón y que también resultan inalcanzables si Cuba no se abre a la economía de mercado y si, simultáneamente, no se reconocen los derechos económicos, políticos y sociales de sus ciudadanos para que participen como protagonistas.
El obstáculo fundamental para avanzar en las dos caras de la necesaria unificación y revalorización de la moneda nacional —economía y finanzas— es el obsoleto y demostradamente fallido principio de “planificación general de la economía”, que es el nuevo eufemismo para referirse a una economía centralizada.
Pero, para no pecar de injustos, habrá que reconocerles alguna coherencia. Ya el propio título de la nota de Granma lo anunciaba sin afeites: la unificación monetaria de Cuba está “en el horizonte” … Y es sabido que el horizonte es una línea imaginaria e inalcanzable. Es en esa línea donde siempre ha situado el Poder todas sus promesas de prosperidad, y allá siguen nuestros destinos. Al menos en eso nunca nos han mentido.
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