Hace aproximadamente un mes llegaron a Santa Clara dos buses turísticos similares a los que hoy transitan por Varadero, la Cayería Norte y por supuesto, la capital cubana. Según la información a la que tuvimos acceso, el propósito era ofertar excursiones por la ciudad, conectando así los diferentes sitios que resultan atractivos para los visitantes.
Una fuente perteneciente al sector del turismo nos explicó, incluso, que se establecería un eje de norte a sur, donde estarían contempladas La plaza del Che, la Universidad Central, y también las villas turísticas de la periferia citadina, como los hoteles La Granjita y Los Caneyes.
Sin embargo, la realidad es otra: hoy los gobernantes del territorio han decidido integrar esos exóticos vehículos a la flota de ómnibus del transporte interurbano, y los santaclareños pueden sentirse turistas en su propio terruño sin necesidad de abonar los 5 CUC que suelen costar las excursiones en los polos turísticos antes mencionados.
Los santaclareños pueden sentirse turistas en su propio terruño sin necesidad de abonar los 5 CUC que suelen costar las excursiones en los polos turísticos antes mencionados.
¿La pregunta sería, tan necesitado está el transporte público de la ciudad que ha sido preciso recurrir a estos vehículos para suplir su déficit? ¿Acaso el recorte en el número de viajes de las rutas urbanas no se debía en lo fundamental a la escasez de combustible?
Sea cual fuera la respuesta lo cierto es que no son muchos los que agradecen esta peculiar iniciativa. Poco a poco fue terminando el entusiasmo —sobre todo juvenil— de los primeros días, cuando muchos disfrutaban el paseo por su ciudad con los mismos ojos de un nacido en Quebec, y otros incluso sacaban sus celulares para fotografiar la novedad desde los 5 metros de altura. Ya no son tan populares.
Las guaguas panorámicas —como se les identifica aquí— disponen en la planta alta del mayor número de asientos, pero casi nadie está dispuesto a subir a la azotea rodante cuando se baja a dos paradas. Lo otro es ver cómo se quejan los pasajeros-turistas cuando los castiga el sol del mediodía sin una untadita de leche solar. Y lo peor de lo peor: la lluvia.
“El martes pasado nos sorprendió un aguacero y aquello se puso feo. La gente no sabía qué hacer. Y allá arriba no se puede ir de pie o estar corriendo, porque eso es un peligro”, explicó un pasajero que asegura tenerle pánico sobre todo a las redes del tendido eléctrico, pues según afirma en ocasiones los cables pasan rasantes sobre las cabezas.
“A mí me entusiasmó la idea de que trajeran esas guaguas porque me gustaría que mi ciudad se modernizara, y claro, si la idea es ofrecer un circuito visual a los turistas, se sobrentiende que también debían mejorar y engalanar el paisaje ¿no? Me ilusionaba la idea, aún cuando yo nunca pudiera montarme en ella, oero la verdad que esto de ponerla para el transporte público me parece una locura”, concluye él.
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